Abstract:
El cultivo de la remolacha (Beta vulgaris L.) se desarrolló en Francia y España
durante el siglo XV; en estos países, en un principio se cultivaba para aprovechar
sus hojas, que equivalían a las espinacas y acelgas. En 1747, el científico alemán
Andreas Marggraf demostró que el jugo de remolacha obtenida de la raíz era de
sabor dulce, igual a los de la caña de azúcar. A partir de entonces la raíz ganó
popularidad, especialmente la variedad roja (INFOAGRO, 2012).
Según FAO (2011), la remolacha, es parte de la alimentación de la población
ecuatoriana en todos los estratos sociales, con un porcentaje que abarca el 62 % de
consumo en los últimos 5 años. Esta hortaliza de raíz, que contiene
aproximadamente 10 % de carbohidratos, constituye un componente importante
de los sistemas agrícolas de pequeños agricultores.
La producción mundial promedio de remolacha en el año 2012 fue 280 587 575
toneladas; Rusia, Francia, Estados Unidos, Alemania, Ucrania, Turquía, Polonia,
China, se encuentran entre los mayores productores del mundo. En el continente
Americano, Chile en el 2010 obtuvo una producción cerca de 1,7 millones de
tonelada, mientras que los EE.UU obtuvo un promedio de 1 004 600 toneladas de
remolacha en 2010, pero en el 2012 se llegaron a cosechar 31 965 560 toneladas,
lo que representó un 20 %, convirtiéndola como uno de los líderes en producción
de remolacha en América (FAO, 2012).
Según MAGAP (2012), en Ecuador, la remolacha ha tenido un crecimiento en las
hectáreas cultivadas, desde el año 2005 al 2007 con una producción que va de 3
177 toneladas/año a 6 103 toneladas/año, pero en el 2009 de acuerdo a SIGAGRO
(2010), se cosecharon 6 614 hectáreas de las cuales, 6 613 hectáreas se ubicaron en la Sierra, dentro de las provincias de Chimborazo, Pichincha, Azuay,
Tungurahua, Imbabura, entre otras. Considerando que su demanda supera a la
oferta, por su comercialización interna y externa (países vecinos).
El manejo inapropiado del suelo y el agua, por el uso excesivo de agroquímicos,
han provocado la degradación de los mismos, por efectos climáticos y edáficos;
llevando a los suelos a la baja disponibilidad de nitrógeno (N), fósforo (P) y
principalmente de micronutrientes; por lo cual, según REYES et al. (2008), se
podría realizar estudios con bacterias nativas promotoras de crecimiento vegetal
(BPCV), que inciden en el cultivo de remolacha y conservan la microfauna,
disminuyendo la contaminación del suelo y el agua.