Resumen:
El tomate (Licopersicom esculentum, Mill) es la hortaliza más importante en el mundo después de la papa; se cultiva en un amplio rango de latitudes desde el Ecuador hasta el círculo polar, constituye más del 30 % de la producción hortícola mundial (GÓMEZ et al, 2000). En los países de América tropical, la introducción de fertilizantes y plaguicidas en los años 60 y 70 formaron parte de la revolución verde, fue poderosa y esperanzadora, porque lograba controlar exitosamente las plagas que afectaban los cultivos. Pero el desarrollo de resistencia a los plaguicidas por parte de muchas plagas puso en tela de juicio esos programas, además de provocar serios problemas en la salud humana, animal y daños irreparables en el suelo y el ambiente (RIVEROS ALBA, 2001).
Actualmente se considera que los estreses abióticos constituyen la principal causa de pérdidas de productividad en los cultivos, que superan en muchos casos el 50 % (BRAY et al, 2000). Existen numerosos factores abióticos naturales que causan estreses en las plantas; numerosas actividades del hombre han agravado esta problemática a nivel mundial, entre los cuales destaca la salinidad con un 22 % en los últimos años (FAO, 2008). Además, el estrés ambiental representa una fuerte restricción para el aumento de la productividad de los cultivos y el aprovechamiento de los recursos naturales. Se estima que únicamente un 10 % de la superficie de la tierra arable se encuentra libre de algún tipo de estrés (BENAVIDES, 2002)
La Agricultura es el mayor usuario de agua y es responsable de gran parte de su contaminación. La referencia de la Prospectiva Medio ambiental prevé para el 2030 un crecimiento de 48 % en la producción mundial de cultivos alimentarios primarios y de 46 % para los productos de origen animal. El sesenta y tres por ciento de la población de Brasil, Rusia, India y China juntos ya vive bajo condiciones de estrés hídrico que van de medianas a moderadas, y este porcentaje aumentará a 80 % para 2030; una asignación correcta de precios para el agua de riego estimularía un uso más racional de este recurso y la recuperación de costes para la provisión de infraestructura de riego (OECD, 2008).
Los elicitores son moléculas que estimulan el metabolismo secundario de las plantas, a través de “señales” que activan rutas metabólicas de segundo orden como mecanismos de protección de los cultivos, mejorando su productividad, la calidad y condición de las cosechas. Numerosas moléculas que vuelven a entrar en estos mecanismos de “élicitacion” se generan en celulas de plantas superiores que incrementan la produccion de pigmentos, flevonoides y otros compuestos relacionados con su sistema de defensa (SAVITHA et al, 2006), también capaces de estimular mecanismos defensivos en las plantas, que pueden ser aplicados de forma preventiva o directa al cultivo. Estas sustancias desencadenan en las plantas una serie de reacciones defensivas, que provocan una resistencia sistémica ante el ataque de los patógenos (INUI H, 1999).
El ácido salicílico (AS) se encuentra de forma natural en las plantas, juega roles importantes en el crecimiento y tolerancia al estrés, además de participar como parte de las señales internas que regulan la respuesta de la defensa de las plantas contra plagas y patógenos y estreses abióticos. Al aplicarlo en forma exógena, el ácido salicílico induce tolerancia al estrés, mejorando la respuesta biológica de la planta frente a la salinidad y los extremos de temperatura, modificando además las concentraciones de antioxidantes, nutrientes y clorofila (GUZMÁN et al, 2011).