Resumen:
En el ámbito mundial de producción hortícola la papa (Solanum tuberosum) y el tomate (Lycopersicom esculentum) sobresalen al contribuir con un 40 % de la producción de hortalizas seguidas por lechuga, sandía y cebolla, siendo la hortaliza más comercializada en el 2010, el tomate (14,9 % del comercio mundial), luego pimiento (9,6 %), legumbres secas (9,3 %), cebollas, ajo y puerro (7,9 %), papa (7,6 %) y vegetales congelados (6,2 %) (FERRATO J. y MONDIDO C. 2011).
La producción hortícola en la Península de Santa Elena se ha impulsado a través de la mecanización, el uso de agroquímicos y fertilización, trayendo como consecuencia la destrucción de propiedades físicas y químicas de los suelos, y por ende un riesgo potencial la salinización (PROAÑO J. et al, 2003).
La salinidad es uno de los principales factores limitantes en la productividad de los cultivos agrícolas; la sensibilidad de los vegetales a este factor es un proceso complejo porque involucra una serie de cambios a nivel fisiológico, bioquímico y molecular (PALMA J, 2009); sin embargo, en las últimas décadas el mejoramiento vegetal y la utilización de principios activos (hormonas, elicitores y promotores de crecimiento) han ayudado a reducir los efectos adversos contra el estrés por salinidad en las especies hortícolas de interés para la producción de alimentos (ASHRAF M. y HARRIS P. 2004).
Las sustancias elicitoras en contacto con las células de las plantas incrementan la producción de pigmentos, flavenoides, phytoalexinas y otros compuestos relacionados con su sistema de defensa; en estos se encuentra varios principios químicos que en combinación o en concentración inapropiada pueden resultar un efecto nulo de elicitación (BARRERA. C. 2007).