Resumen:
En las presentes circunstancias, la cultura puede devenir en un valioso instrumento de promoción de valores, de respeto a la diversidad, y a la inclusión. También, de modo estratégico, debe constituir un entorno ideo-estético indispensable para la convivencia armónica entre los ciudadanos. Pensar que las actuales tendencias seudoculturales y el retroceso en el gusto estético son consecuencia del desarrollo de la tecnología, es un error inexcusable. Las mismas, responden a las necesidades propias del desarrollo del neoliberalismo y a la expansión de la postmodernidad como doctrina sociocultural y teoría filosófica de la economía capitalista actual. A lo anterior se suma la cierta incapacidad de algunas instituciones de generar contenidos y formas de actuación, que alejadas de la burocracia, promuevan el desarrollo y la difusión de ideas propias que revelen la diversidad y estimulen su respeto y cuidado. Próvidamente, desde sus inicios, el movimiento feminista y otras organizaciones sociales en diferentes países han luchado por los derechos de las llamadas “minorías”, pero queda demostrado que la modificación de esos valores patriarcales y de dominación cultural y de clase, no es tarea de uno, dos o tres grupos sociales sino de toda la estructura de organizaciones, instituciones y organismos de una sociedad concreta. Los irremisibles vínculos de la economía con la cultura, hoy más que nunca, deben ser comprendidos bajo la función desarrolladora de esta ´ultima, en su relación con la ciencia y el arte, y con todo lo que la cultura ecuatoriana aporta a la identidad y al sentimiento de respeto, a la diversidad que encierra el concepto de Nación ecuatoriana. El presente trabajo pretende de manera sintética, relacionar estos elementos en el entramado que supone pensar la cultura en el centro de un enfoque de gobierno centrado en el respeto a la diversidad, y a la inclusión.